cuando tu cuerpo se convierte en un campo de batalla

No os imagináis la cantidad de veces que familiares, amigues, conocides y desconocides han considerado buena idea compartir conmigo la opinión que elles tienen -sin yo habérselas pedido- sobre mi cuerpo y, por consecuente, qué piensan que debo comer, vestir o, en general, hacer. Así que, cada vez más harta de ponerles buena cara a unes o de discutir con otres, hoy voy a ser yo la que os hable de él (al fin y al cabo, soy la persona más cualificada para hacerlo). Quizás así, quizás tras la exhaustiva descripción que os traigo, quizás después de leer tanto sobre este tema, se os quiten las ganas de hacerlo al resto.

En primer lugar, tengo una cara con unas facciones que nunca me han disgustado: dos ojos almendrados y pardos, una nariz bastante normativa que me recuerda a mi madre, una frente ligeramente ancha que me recuerda a mi padre, una boca que no diría que fuese ni demasiado pequeña ni demasiado grande, las orejas más perfectas que he visto en mi vida -os lo juro- adornadas con varios piercings y unas mejillas a las que no les suele hacer falta colorete; además de muchas pecas que las parejas que hasta ahora he tenido han adorado y un pelo que oscila entre el liso y el ondulado de color marrón-oscuro-casi-negro y que durante mis dos últimos años de instituto me dio por teñir y cortar de múltiples maneras. Sin embargo, también tengo una papada que me avergüenza e intento esconder cuando aparezco delante de las cámaras; acné que aparece de vez en cuando en la barbilla por culpa de las hormonas y el estrés, que siento que no se va a ir nunca y han sido en más de una ocasión el motivo de mis llantos; y vello facial en algunas zonas que creía que otras chicas no tenían y siempre me depilo porque aún no estoy en ese punto en el que soy capaz de no hacerlo.

Tengo dos brazos anchos cuyo vello oscuro nunca me ha molestado, con dos lunares en el antebrazo derecho que destacan frente al resto, con un tatuaje relativamente nuevo encima del codo izquierdo cuyo verdadero significado apenas nadie conoce; dos brazos que desembocan en un par de manos compuestas por diez dedos -aunque una vez casi provoco que se queden en nueve- que me gusta adornar con anillos -preferiblemente de plata-.

Tengo dos piernas, no tan largas como me gustaría -estoy segura de que ellas son las culpables de mi mediana estatura-, que siempre han sido fuertes -aunque desde que empecé a entrenar lo son más que nunca-, cuyos muslos son el doble o incluso triple de anchos que los de muchos amigos míos y siempre han sido la razón por la que rehúyo de los pantalones súper cortos o llevo culote debajo de los vestidos, y que, al menos ahora mismo, conforme escribo estas líneas, se encuentras cubiertas de un poco de vello porque me he propuesto pasarme la cuchilla con menos frecuencia; dos piernas que dan paso a un par de pies que no son muy de mi agrado, sobre todo desde que un accidente me dejó varias cicatrices en el izquierdo, pero que se mantienen resilientes a pesar de todo.

Por otra parte, tengo pechos (¡sorpresa!): unos pechos lo suficientemente grandes como para que me sexualicen cuando no llevo sujetador debajo de la camiseta, lo suficientemente pesados como para que les afecte la gravedad y lo suficientemente molestos como para que me duelan si de repente empiezo a hacer deporte sin antes habérmelos sujetado bien, pero, al menos, no tan grandes ni tan pesados ni tan molestos como para haberme planteado alguna vez reducírmelos; unos pechos en los cuales tengo pezones (¡sorpresa otra vez!) que, obviamente, se notan (¿quién lo diría?) y algún que otro pelo de vez en cuando; unos pechos que se parecen menos de lo que me gustaría a los que se muestran en los medios convencionales.

Tengo, además, unas caderas anchas que difícilmente caben en los pantalones de la mayoría de las tiendas de ropa, una cintura que siempre he deseado tener más estrecha y un culo que he aprendido a valorar con el tiempo.

Finalmente, también tengo una barriga: una barriga cuyo volumen ha ido fluctuando durante toda mi vida, pero que difícilmente recuerdo haber visto plana, a excepción de cuando era muy pequeña; una barriga que en algún punto de mi preadolescencia empecé a notar diferente a la del resto de mis amigas; una barriga que odié durante muchos años y que en más de una ocasión he fantaseado con poderme arrancar; una barriga que sé que es el mayor complejo de mi madre y una de las peores pesadillas de la mayoría de mis amigas; una barriga que ha sido, sin lugar a dudas, mi mayor inseguridad.

En definitiva, tengo un cuerpo socialmente etiquetado como no normativo, con el que, consecuentemente, no siempre me he llevado bien: un cuerpo que he tapado o intentado disimular (¿cómo se disimula una existencia?) según qué prendas de ropa, un cuerpo por el que he llorado más veces de las que es justo, un cuerpo al que le he privado de alimentarse porque pensaba que eso era lo correcto, un cuerpo que he deseado poder intercambiar con alguien o hacer desaparecer, un cuerpo que no he querido reconocer como mío, un cuerpo que he considerado lugar de paso porque me negaba a verlo como destino final, un cuerpo del que me han intentado convencer -y lo consiguieron durante una gran parte de mi vida- que tengo que modificar notablemente para ser feliz, un cuerpo al que he culpado de mis desdichas y he odiado como si fuera algo independiente a mi persona; pero también un cuerpo sano, un cuerpo al que le agradezco que me permita estar viva y disfrutar de estarlo, un cuerpo al que le proporciono la comida y el descanso que necesita y quiere cuando me lo pide, un cuerpo repleto de historias que me hacen ser quien soy, un cuerpo que presumo cuando me apetece y dejo de hacerlo cuando no, un cuerpo por el que no pienso volver a disculparme, un cuerpo al que, por mucho que a algunes os pese, actualmente quiero más que nunca.

Comentarios

  1. Siempre es un placer leerte. Ojalá pueda hacerlo por mucho tiempo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre es un placer tener a gente que me lea. Ojalá no dejes de hacerlo nunca. (Te quiero.)

      Eliminar
  2. ¡Hola! Me ha encantado leer tus pensamientos sobre tu cuerpo. Me he sentido muy identificada con cada una de tus palabras, y duele que cuando tu por fin amas a tu cuerpo porque gracia a él estas viva, alguien haga cualquier comentario de él.
    Besos :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola! Muchas gracias por tus palabras, al fin y al cabo una de las razones por las que escribo es para que la gente pueda identificarse con mis palabras y sentirse más comprendida y menos sola, así que significa mucho para mí tu comentario. ¡Un abrazo!

      Eliminar

Publicar un comentario